A poco más de una hora de la capital, en el
noroeste de la provincia, se despliega un imponente escenario rojizo y desértico, donde
el silencio crece del abismo.
Ciento cincuenta mil hectáreas de sierra antigua y yerma, supieron ser refugio de gauchos
matreros que escapaban de la justicia. En un clima semiárido, con escasos cursos de agua,
la Sierra de las Quijadas contiene restos geológicos y paleontológicos que avivan el
interés de los investigadores y forma parte inseparable de su misterioso silencio.
También el viento y el agua hicieron lo suyo. Cavaron en el vientre de la sierra una
gigantesca cuenca llamada Potrero de la Aguada, marco inigualable desde donde se alzan
días esplendorosos. Al atardecer, el sol se incendia en el ciclo y dibuja un majestuoso
borde irregular. Colosales graderías, al estilo de los templos mayas, columnas labradas
como en los palacios hindúes, farallones, acantilados y cornisas, son algunas de las
figuras que pueden adivinarse con sólo contemplar este espectacular paisaje.
Mientras tanto, el privilegio lo tienen pumas, pecaríes, guanacos, zorros grises, maras y
conejos de los palos. Comadrejas y aves también buscan refugio entre las matas de
jarilla.
Este regalo de la naturaleza, se puede disfrutar acortando los 122 kilómetros que separan
la Sierra de la ciudad de San Luis, mediante la Ruta Nacional N° 147. Sierra de las
Quijadas ha sido declarada Reserva Provincial y Parque Nacional y, dentro de sus límites
se encuentra el complejo lagunar de Guanacache, al que se ingresa por el paraje de La
Tranca, próximo a la Ruta Nacional N° 20.