Foto 4: India con hijo (éste con ovejita) hilando lana
2. Los Indios y la Raza
La Argentina que conocemos hoy, es un país "blanco", o sea que casi toda su población en su línea de antepasados es de origen de los pueblos de Europa, ante todo de españoles, en parte importante también de italianos. "Blanco" no significa que no puedan ser algo morochos; ha habido una afluencia importante de árabes ("moros") a España, más que nada a su sur, a la vez que la afluencia a España de población venida del norte fue rubia, pero quedó minoría. Mucha gente nuestra con rasgos de rubios con ojos algo claros son descendientes de inmigrantes italianos, provenientes del norte de aquel país; la gente del extremo sur de Italia - de Calabria o Sicilia - es aún más morocha que los españoles de Andalucía o Granada. Recuerdo un libro que leí con entusiasmo como niño: "Corazón"[5], y allá el capítulo "El chico calabrés".
La población típica de la India, que para evitar confusión mejor no llamamos "indios" sino que hindúes, en su color de piel a vista no demasiado crítica se parecen a la población original de los continentes Norteamérica y Sudamérica, y así es entendible que Cristóbal Colón pudo tomar el aspecto de la población encontrada en las islas del Caribe como confirmación que había llegado a la India. Los indios de las Américas no son ni asiáticos ni blancos, y existe bastante semejanza con blancos morochos, sin necesidad de recurrir a mestizos. La ciencia biológica moderna, midiendo comparativamente ribosomas (que son granos minúsculos que posee toda célula de seres vivientes - con la importante excepción de los espermotozoides), encontró que blancos ("caucasides") y asiáticos ("mongolides" o "amarillos") se separaron en su evolución recién unos 25.000 años atrás (digo "recién" porque la especie homo sapiens ya existe cientos de miles de años). En comparación, los negros de África parecen haberse separado para una evolución apartada ya hace 100.000 años. Aquellos 25.000 años coinciden bien con el máximo del tiempo de estadía en las Américas derivado de hallazgos fósiles humanos.
La teoría más confiable sobre el origen de nuestros indios me parece ser aquella que dice que vinieron de Asia - una Asia entonces muy diferente, con la raza amarilla aún en formación y sin países que ahora ya nos parecen antiguos, como China o Japón - pasando por el Estrecho de Béring, tal vez por hielo o por tierra si el nivel del mar en aquella época fuera más bajo. Aunque eran de la edad de la piedra, ya traían algunos conocimientes elevados: Conocían el cultivo de plantas y la cría de animales domesticables, en ambos aprovechándose de mutaciones genéticas sistemáticamente. Su alimentación, a la llegada de los colonizadores españoles, no era inferior a la de ellos: Pensemos que Europa en aquellos tiempos aún no conocía la papa, el maíz, la chaucha, el poroto, el zapallo, el tomate o el azúcar. Una ventaja de los conquistadores era el caballo, junto con el acero de sus espadas y armaduras. Sin embargo, algunas civilizaciones indias hasta conocían la fundición de metales como el oro, para lo que se requiere hornos de alta temperatura que a su vez no se funden. Lo que no trajeron de su región de origen asiática fue la rueda (con todas sus consecuencias mecánicas), y tampoco se les ocurrió en los muchos miles de años después de su llegada.
Las dos Américas (del Norte y del Sur) ya no son continentes de los indios, esa gente de pelo negro liso y grueso, de tez en
variedades de bronce y ojos entre negros y verdes. De la raza indígena en la Argentina y en especial en San Luis solamente quedaron rasgos en minoría. Aquí si se habla de un "indio" suelen entender un sujeto algo salvaje, quizás decorando su cabello con una pluma, sin conocimiento de leer y escribir y sin conocimiento de la religión cristiana. Solo por la gente de afuera, los turistas de Estados Unidos, Canadá o estados europeos, los indios son considerados tales por su aspecto físico y no su grado de civilización. Aunque todos argentinos (con algunos chilenos y otros vecinos entremezclados), somos de dos razas, las cuales en nuestros tiempos por suerte para todos ya se quieren mútuamente como si fuesen una.
Los negros de África no son "indios", pero sí indígenas. En origen las palabras significan lo mismo: La población original de "adentro". Tampoco a los hindúes hay que llamarlos indios. Es que desde el descubrimiento de las Américas y su raza en esto reina algo de confusión y se requieren definiciones correctas que saben distinguir. Si uno no quiere decir indígenas, puede recurrir a la palabra aborígenes. Que los hindúes de la India pero no del Pakistán en gran mayoría se adhieren a una religión también llamada "hindú", pero también brahmán, puede ser que confunda un poco - pero en un mundo con libertad del individuo de elegir su religión ya no tiene el peso de tiempos pasados.
La civilización de indios más alta que en su extensión ocupaba también una parte de la más tarde provincia de San Luis, ha sido la de los Incas. Aunque el Imperio Inca creció en nada más que
unos 150 a 200 años de orígenes de muy poca extensión en el altiplano peruano y boliviano, para finalmente ocupar la costa
pacífica desde ahora Ecuador hasta Chile más allá del puerto de Valdivia tanto como las regiones cordilleranas tierra-adentro, su impresión cultural hasta nuestros tiempos ha sido impresionante: Tenían un estado bien organizado, de un alto grado de cooperación de sus ciudadanos o súbditos del Inca, rey o emperador adorado casi como un dios que se consideraba descendiente del sol (intipchuricuna). Conocían discos brillantes de oro como imágenes del sol, construían rutas y edificios con piedras grandes y ajustadas en su perfil de manera que no requerían un material como cemento. Cultivaban maíz y otras plantas alimenticias, conocían el riego con sistemas de canales y túneles, criaban la llama y sus especies parientes (vicuña, guanaco) para proveerse de lana, productos lácteos y carne. Entendían de ritmo, melodía y armonía en el mundo acústico, usando instrumentos como la quena o la zampoña (también llamada sikus). Tenían un calendario confiable y hasta con los quipúes (hilos con nudos e hilos cortos atados) tenían una letra para transmitir y conservar mensajes.
Formalmente el reino de los Incas, con centro en Cuzco (ahora en Perú), llegaba hasta la ahora ciudad de Talca en Chile, a poca distancia del Río Biobío donde comenzaba el dominio de los araucanos, algo más salvajes. En la Argentina los incas llegaban hasta casi San Rafael en Mendoza, cubrían las provincias andinas incluyendo Tucumán, y casi incluían lo que ahora es la ciudad de Santiago del Estero. La base poblacional inca eran los quíchuas, cuyo idioma se trataba imponer, pero otras tribus o mejor dicho
otros pueblos, ya que eran más que tribus que uno se imagina pequeñas, mantuvieron algo de identidad propia: Así los diaguitas en Salta, los olongastas que posiblemente no eran nada más que otros diaguitas y ocupaban entre otros lugares el noroeste poco hospitable de lo que ahora es nuestra provincia de San Luis, o los huarpes al sur de ellos. En el Valle del Conlara, al oeste de la Sierra de Comechingones, se supone que vivieron los michilingües de los que poco se sabe; en la Sierra de Comechingones que ahora delimita San Luis de Córdoba y más allá hacia el noreste y el norte vivían los comechingones que según todo indica se mantuvieron independientes de los incas[6].
Los pueblos indígenas que antes de la llegada del hombre blanco habitaban las regiones del ahora San Luis todos consistían en gente con buena capacidad de pensar. Si en relatos históricos se los describe como salvajes, de poca moral, crueles, sucios y matones, esto se debe a tiempos de lucha en los que el hombre blanco y cristiano se quiso imponer. El poder español creció abrúptamente con el derrumbe del reino (o imperio) inca y la aniquilación de su clase alta, sus administradores y sus sacerdotes en su religión. Por eso los olongastas y los huarpes desaparecieron casi sin resistencia, muriendo en la esclavitud o en rebeliones aisladas e infructuosas. De los comechingones quedaron piedras huecas y cuevas que habrán usado como sitios de observación, y sus viviendas fueron subterráneas. Los olongastas, los huarpes, los comechingones y los michilingües no eran unos nativos desnudos, sino que se vestían prolijamente usando ropa hecha de tela. También a los pampas (a todos o parte de ellos se los llama también ranqueles) que con los años se fueron adaptando a los
araucanos hay que imaginárselos vestidos, aunque con material de cueros y pieles, porque eran nómadas, viviendo de la caza y
albergándose en toldos que eran casas o ranchos con carácter de carpas, hechos de cueros y palos[6].
En San Luis de la cultura de los indígenas quedó poco, para no decir nada: Algunos lugares llevan nombres del idioma quíchua - con "inti" para el sol o "huasi" para casa por ejemplo[7]. De los michilingües nos quedó una leyenda: La historia de Juana Koslay, hija de un cacique de caciques que se casó con un oficial español y se dedicó a la enseñanza de los niños de su época.
Un nombre que nos dejaron los pampas o pampas araucanizados es "có" para agua[7]. Como sabemos, la mitad austral de nuestra provincia se la arrancó al indio recién en los años alrededor de 1880, con la Conquista del Desierto que aseguró los territorios de la Pampa y la Patagonia a la nación Argentina. Chile, al otro lado de la Cordillera de los Andes, ya iba expandiéndose hacia el sur, más allá del Río Biobío, y en consecuencia los araucanos, que predominantemente vivían del lado chileno de la cordillera - en su Araucania (que sin embargo no era un país), pero en parte también en el otro lado, en la Patagonia - empezaron a presionar hacia las regiones pampeanas y del norte patagónico argentinas, no teniendo mucha dificultad en cruzar la cordillera que en las latitudes araucanas y patagónicas es relativamente baja y fácil de atravesar. De este nuevo pueblo en formación - de pampas y araucanos - conocemos un legendario estratega importante, el Gran Cacique Calfucurá[8] que durante decenas de años mantuvo una frontera casi fija con una Argentina recién en fundación, de provincias fronterizas chicas.
Aunque en la Argentina y especialmente en San Luis nunca hubo muchos mestizos entre indios y blancos, sí hubo una fusión cultural, especialmente en lo que ahora llamamos música folklórica. España trajo la guitarra, el coral, el arpa, tanto como la fiesta gitana, el flamenco. En los países sucesores del Reino Inca la influencia resultó en una nueva música inconfundible, estructurada con palabras, a veces polifonal, pero con modulaciones que antes no se conocían; los temas se esconden en un "carnavalito" que parece inocentemente alegre pero a veces cuenta la historia del imperio conquistado y la supresión del indio. Fuera de los países núcleos se oye esta música sobre todo en Jujuy, en el territorio disuelto de Los Andes y la región geográfica chilena de Atacama. En el Paraguay se toca el arpa no de la manera suave que parece una brisa que se conoce de los países europeos, sino que de manera fuerte, más bien como una guitarra, y también con temas propios del lugar. También el toque de la guitarra tuvo su modificación, creándose la zamba como lo que me parece la expresión más argentina, con Salta como zona de origen; la chacarera como hermana de la misma; y otras formas. Hasta el chamamé que se toca con un instrumento relativamente moderno que es el acordeón muestra un nuevo carácter desconocido en su Germania original. Y hasta el tango de la en tiempos pasados siempre muy blanca ciudad de Buenos Aires, de puros inmigrantes, también negros de África pero pocos "criollos" (en alguna medida mestizos con indios) en su melancolía sufrida tiene algo del alma de los indios.
Me dejé impresionar del discurso de un hijo de hacheros de unos 9 años de edad, por raza bien indio o por lo menos más que mestizo, que sin lectura, pero sin fallar en ningún momento recitó un poema de muchísimas líneas[9]. Miro el rostro de un niño de la calle o vendedor de diarios o de un grupo de alumnos ante una escuela, alegre y simpático y con esperanza de lo que le va a dar la vida, y veo el pasado de los pueblos que lo precedieron, pueblos blancos y pueblos indios, cada uno contribuyendo su parte.